viernes, 27 de julio de 2007

El Cuerpo

Visión platónica.

Para Platón, el cuerpo no era el hombre, sino la cárcel del alma con quien el hombre más se identificaba. El cuerpo, además de ser cárcel "atrapante" consistía también en ser una especie de "animal" que con sus propios bríos y tendencias instintivas le hacía guerra a los ideales y valores del alma, dificultando así su proceso dialéctico de liberación hacia la verdad y el bien. Por su origen material el cuerpo era considerado constitutivamente malo y adverso al origen sano y espiritual del alma que procedía del mundo de las ideas.

Visión aristotélica.

Esta concepción dualista y ontológica del hombre cuyo modelo de comparación era la figura de un "jinete" y donde el cuerpo era entendido como enemigo de lo "humano", alcanza una transformación nocional en Aristóteles. El cuerpo humano pasa a ser constitutivo de la identidad humana además de adquirir una noble valoración. Ya el cuerpo humano no es considerado malo, sino que es acogido como bueno. Deja de ser la cárcel que concibió Platón para ser apreciado como una realidad idéntica con el hombre mismo, sin el cual el hombre no puede ser entendido como hombre. El cuerpo llega a valorarse en la Edad Media, a partir de las nociones aristotélicas, como un "mini cosmos" donde culminan y se reflejan todas las perfecciones y armonías del mundo natural. El cuerpo llega a verse como mediación insoslayable y necesaria entre el alma racional y el mundo real circunstancial. Es a través del cuerpo y por la activación de los sentidos, como el mundo real entra en contacto comunicativo y gnoseológico con la interioridad humana, y el cuerpo se constituye, a su vez en instrumento que además de percibir sensorialmente, es manipulado y gobernado por las facultades del entendimiento y la voluntad, y por él, y en él, estas facultades de interna identidad humana, gobiernan y dominan también, a su vez, todas las cosas del mundo circundante. Con Aristóteles el cuerpo fue elevado a la más alta consideración de lo humano.

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