jueves, 19 de febrero de 2009

Para los deterministas...


Ciertas imprudencias llevaron a Juan a visitar a un medico clínico. Se sentía mal pero no sabía bien en donde se localizaba su dolor. Había resbalado en su cuarto unas horas después de estar pensando todo el día en como escapar a su estado irreversible de infelicidad.
La mirada atenta del medico lo desconcertaba, no estaba acostumbrado a que le presten atención y menos cuando sentía dolor. Tenía un golpe importante en la cadera y solo eso. No comprendía como pudo resbalar tan torpemente y caer de tal forma como aquel que cae sin ganas de “no caer”. El regreso en subte fue tortuoso, el calor era sofocante pero no era lo más molesto. Nuevamente le dolía el pecho. Algunas personas no pueden nunca disimular su sensibilidad o su falta de ella, Juan era uno de ellos pero notoriamente depresivo o como se solía catalogar el mismo: realista.
En su casa, se acostó y despertó para la noche. La luna estaba mas linda que nunca. Juan solía contemplarla y llorarle en muchas ocasiones pero esa noche quería hablar con ella. El dialogo fue ameno, en realidad fue un poco distante y solo derivo en mas angustia y confusión. Rendido al delirio, volvió a dormirse. Sonó el teléfono, era la madrugada, la voz que apareció del otro lado era dulce y evidentemente se trataba de un llamado equivocado. Volvió a dormirse.
Durmió un día entero, no entendió nunca el motivo, no había tomado ningún somnífero y siempre tuvo problemas con el sueño. Era de noche nuevamente, pero esta vez no se podía distinguir la luna, llovía intensamente. Comió desmedidamente, hasta asquearse, no bebió nada. Tomo una ducha larga y caliente, el dolor en la cadera le recordó que no había tomado la medicación correspondiente en todo un día. Se sentó en la mesa y decididamente esta vez iba a leer a Bataille.
Juan tenía 30 años, era de estatura mediana y se consideraba delgado. Nunca había podido solucionar el cubo mágico, el cuál siempre se encontraba tirado cerca del baño. Pero esa noche mientras creía comprender lo que estaba leyendo, algo misterioso lo dejo atónito. El cubo mágico estaba en la ventana de su cuarto y sus colores estaban perfectamente separados en cada uno de sus lados. Un error de percepción pensó, era posible, sin embargo, al acercarse la cuestión era más que evidente. Entro en pánico buscando a la posible persona culpable de lo ocurrido… pero no había nadie y en la ventana el cubo y de fondo nuevamente la luna.